Por Daniel do Campo Spada
En la última semana de mayo de 2018, la Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, María Vidal, dijo en un encuentro del Rotary Club en el Hotel Sheraton de la Ciudad de Buenos Aires, que “todos sabemos que los pobres no llegan a la Universidad” justificando de esa manera su idea de que las casas de altos estudios del mayor distrito argentino estaban de más. Casi al mismo tiempo, el Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma del mismo nombre, Horacio Rodríguez Larreta, dijo que “sin cartón, no hay cartoneros”.
En noviembre de 2015, en plena campaña electoral Mauricio Macri dijo “¿Para qué tantas universidades?”. El ámbito era impropio ya que lo manifestó en una conferencia en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Más allá de que esa casa de estudios fue de derecha (a diferencias de las áreas humanísticas y sociales) no correspondía mencionarlo. Si lo hizo es porque sabía de su impunidad por un lado. O bien porque es tan firme su convicción ideológica que no se lo pudo aguantar.
La ideología es esa. No quieren universidades públicas porque el posmodemocrático entiende que no todas las clases sociales deben acceder a la educación superior. En esa línea se expresó la Gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, María Vidal. En el Hotel Sheraton (símbolo de la oligarquía internacional durante décadas) en el marco de un encuentro del Rotary Club Buenos Aires (organización paraestatal de orientación capitalista) dijo muy fresca de cuerpo que era una barbaridad la existencia de tantas universidades en el principal distrito “ya que todos los que estamos acá sabemos que los pobres nunca llegan a la Universidad”.
Los posdemocráticos no quieren que lleguen. Confunden la intención con la realidad ya que las estadísticas han demostrado que en realidad sí acceden y que las nuevas universidades públicas (fundamentalmente las del Conurbano bonaerense) generan que sus estudiantes son en gran parte primera generación de universitarios, mostrando apenas un ápice de movilidad social. En realidad los derechistas no quieren la movilidad de los de abajo. Quien lo dijo con mayor crudeza fue Javier González Fraga, Presidente del Banco Nación durante el régimen macrista, cuando sostuvo que “a la gente le hicieron creer que con su sueldo medio podía comprar una casa, un autito, cambiar el celular e irse de vacaciones”. El interrogante es cuál es la distancia en “creer” y “poder”. Muchas personas, con empleos medios lograron eso en el período 2003-2015 en la Argentina.
La Provincia de Buenos Aires tiene 22 universidades nacionales de gestión pública, de las que 14 están ubicadas en el Conurbano bonaerense, que es donde está radicada el 50 % de la población. Generalmente conviven sectores populares con algunos grupos de muy alto poder adquisitivo. Estos últimos miran hacia la Ciudad Autónoma del mismo nombre y allí desarrollan su vida académica, en muchos de los casos en casas de altos estudios de gestión privada.
El peronismo kirchnerista creó 15 universidades, equivalente al 30 % de las existentes a nivel país. La matrícula no fue re-distribuida sino que por el contrario se incrementó en 300 mil nuevos estudiantes (y futuros profesionales). Según datos brindados por la Universidad Pedagógica (UNIPE) entre los dos quintiles más pobres de la población la matriculación se incrementó en un 47 y en un 95 % ayudados no solo por la cercanía geográfica y la gratuidad sino fundamentalmente por los planes de ayuda estatal (pequeños subsidios para viáticos llamados Progresar).
El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) en el período 2008-2015 el 12 % de los estudiantes en universidades públicas, cerca de 38.000 pertenecen al sector más pobre de la población aún a pesar de alcanzar nivel de necesidad básicas medianamente insatisfechas. Claro que el sector más rico también usa esas mismas universidades en una cifra de 83.000 alumnos.
La estadística muestra que en la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) el 72 % de sus alumnos son primera generación de universitarios, mientras que en la Universidad Arturo Jauretche (UNAJ) de Florencio Varela llega al 85 %. No menos importantes son las cifras que se dan en la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) en el Partido de Malvinas Argentinas con el 86%, el 80 % en la Universidad Nacional de La Matanza y el 78 % en la Universidad Nacional de San Martín (UNSaM) en el Partido del 3 de Febrero.
En el caso de los posdemocráticos cabría recordar el texto de Roland Barthes (“Lección Inaugural”) cuando advierte de las naturalizaciones que crea el lenguaje. “Pobres hubo siempre” es justificar algo injustificable. Lo natural es que el sol salga cada mañana o que todas las lluvias terminen en algún momento, pero no que haya pobres. Si los derechistas tienen la responsabilidad de gobernar (porque se los ha cedido la ciudadanía) ese debe ser un problema a solucionar, porque de lo contrario terminamos con sentencias como las siguientes. “Para qué queremos universidades gratuitas sin los pobres nunca llegan” o “Para qué “gastar” en hospitales si tarde o temprano las personas se mueren”. Esa fue la frase con la que Horacio Rodríguez Larreta, Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires dijo en un encuentro con vecinos que le reclamaban que saquen de las calles a los cartoneros (personas que viven de la recolección y venta de materiales reciclables). “Sin cartón no hay cartoneros”.